En una época de elecciones digo a viva voz que es un derecho de cada ser humano ser sorprendido, y es un deber el dejarse sorprender.
En mi vida particular creo que ningun ser humano me ha logrado sorprender, y frente a determinadas circunstancias de la vida verdaderamente puedo decir: ¡No me sorprende!.
De más está el contar en este receptaculo de palabras las miles de veces (en realidad menos que decenas) en que intentaron sorprenderme con una fiesta de cumpleaños... sin lograr el objetivo. A veces, la perceptividad juega en nuestra contra.
Pero, respondiendo a mi enunciado inicial, las sorpresas no me han faltado. Dios en su maraña de historias se ha placido en demostrarme que las cosas no son como pienso, si no que hay algo más, que no comprendo, pero que al fin y al cabo, logran el objetivo primordial de la sorpresa.
Sí. Soy una mujer sorprendida por Dios, y que confía en que seguirá sorprendiéndome. Porque gracias a Él la vida implica mucho más de lo que yo pueda imaginar.